Centro de Monterrey - Trabajo voluntario

La ciudad no había cambiado mucho en el tiempo que llevaba alejada. Durante su regreso había cosas que tenía que poner en su lugar y tratos que debía cerrar, sin embargo aun así se dio el tiempo de recorrer las calles en la parte trasera de ese auto corporativo.  No era algo lujoso sin embargo, no necesitaba aun de los recursos durmientes que la escalera de plata podría brindarle y trataba de no alterar los vecindarios llamando la atención más de lo debido.  De hecho ni siquiera tenía planeado encontrarse con esos dos, pero al ver a Ícaro en la calle decidió simplemente seguirlo.

El auto se detuvo afuera de la casa y ella se tomó un poco de tiempo antes de asomarse por la ventana, espero a que el hombre (su empleado) le abriera la puerta y salió.

¿Necesitan ayuda? ¿Qué le sucedió a este lugar? – Preguntó curiosa por los huecos que recién habían sido cubiertos con yeso, a ella le pareció de mala calidad, pero tampoco se había detenido a examinar correctamente.  Hacía un calor sofocante ese día, sin embargo ella parecía fresca como si fuera inmune a la temperatura de la ciudad, de hecho estaba vestida con un saco elegante de oficina de color negro y una camisa de manga larga azul, el color de la seguridad.

Supongo que existe un trabajo para cada uno de nosotros. ¿Es esta tu casa Dante?  Perdonen las preguntas, solamente estaba pasando por aquí y los he visto, las calles son diferentes a como las recordaba. – No estaba mintiendo, a pesar de que podría haberlos estado investigando, no creía que ninguno de los dos fuera un peligro para el concilio, pero nuevamente, había muchas cosas que ella desconocía de la actual ciudad.  

No esperaba ver a dos sabios de la ciudad en tareas tan mundanas como esas, cualquiera podría pensar que un miembro de la escalera de plata y un miembro de la flecha de adamantina (orden a la cual sabía pertenecía el viejo mago, Kathleen nunca olvidaba un rostro) podrían estar en esos momentos perdidos en viajes astrales o luchando contra el mal en el concilio, pero tampoco iba a juzgar sus tareas mundanas, ellos podían seguir el camino que quisieran siempre y cuando los llevara a la iluminación.

Esta bien, no hay problema Ícaro - Le indicó al joven con un leve movimiento de la cabeza, si bien no parecía cómoda con la situación, tampoco quería verse indispuesta, trataba de dar una buena impresión y eso era más que obvio.

Por supuesto que puedo ayudarles, ¿Que clase de ejercicio es este?

Kathleen era una persona curiosa por naturaleza, no por nada había sido la guardiana de los secretos de Somatek durante muchos años. Había cosas tan enterradas en su memoria que a esas alturas le parecía cruel recordar.  

Se separó del auto y se retiró el saco que tenía sobre la camisa, se dobló las mangas de la misma para tener un poco más de movilidad y luego se quito las gafas oscuras en forma de círculos que cubrían sus ojos azules.

¿Puedo hacerle una pregunta señor Dante?  - Kathleen se había colocado frente a la pared, ahí donde las balas habían impactado y había algunos huecos recién cubiertos. - ¿Que ha pasado en este lugar? ¿Que paso con los restos de Gibran?

No le importaba que Ícaro estuviera ahí en la conversación, la pregunta también iba para el otro mago. Sabía que en ese tiempo hubo muchos cambios en la ciudad y solamente quería que alguien le explicara un poco como es que todo se había ido al demonio.