Monterrey -Pastel
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Monterrey -Pastel
Aquella noche había sido la peor de todas. Tanto por toda la mierda que había sucedido alrededor, como por el día en sí.
Había pasado tan solo dos días, y si ella creía que una vez dicho sus sueños a Papa Legba todo iba a terminar, se equivocaba.
Lo cierto era que, seguía sin poder dormir, las pesadillas la atacaban entre cada intento por dormir.
Ese día, aquel día peligroso y extraño, había comprado un pastel de chocolate con fresas encima, estaba dispuesta a compartirlo con Fulgor, pues era también su cumpleaños, sin embargo lo dejó en casa de sus padres, y con todo lo que paso, ni siquiera se había acordado.
Llegó en camión urbano a Vista Hermosa, donde la casa estilo oriental de la familia Sha-Tzang aun permanecía en un perfecto estado. Ella y Dante frecuentaban constantemente esa casita, un hogar lleno de calma y serenidad. Fairuza la contemplo antes de entrar con un dejo de añoranza, y cansancio.
Entró quitando las cerraduras, estaba demasiado cansada pero aun así, estaba completamente en alerta, lo último que quería era que algo pasara en esas fechas.
Caminó hasta la cocina, pasando por la sala y la salita de estar, mas allá estaba el jardín Zen que su madre había construido y el dojo de su padre, donde a veces Fulgor y ella tenían acaloradas peleas.
Suspiró con cansancio mientras sacaba el pastel del refrigerador y se sentaba frente a la mesa que daba al jardín, abrió la puertecilla corrediza. Tronó los dedos utilizando “cardinal” para aparecer una velita fantasmal y sonrió. Vaya manera superna de amenizar un cumpleaños atrasado.
-Feliz cumpleaños Violeta… -se dijo a sí misma en chino, recargándose sus brazos en la mesa y a su vez su cabeza, cerró los ojos un instante. Estaba demasiado cansada.
Había pasado tan solo dos días, y si ella creía que una vez dicho sus sueños a Papa Legba todo iba a terminar, se equivocaba.
Lo cierto era que, seguía sin poder dormir, las pesadillas la atacaban entre cada intento por dormir.
Ese día, aquel día peligroso y extraño, había comprado un pastel de chocolate con fresas encima, estaba dispuesta a compartirlo con Fulgor, pues era también su cumpleaños, sin embargo lo dejó en casa de sus padres, y con todo lo que paso, ni siquiera se había acordado.
Llegó en camión urbano a Vista Hermosa, donde la casa estilo oriental de la familia Sha-Tzang aun permanecía en un perfecto estado. Ella y Dante frecuentaban constantemente esa casita, un hogar lleno de calma y serenidad. Fairuza la contemplo antes de entrar con un dejo de añoranza, y cansancio.
Entró quitando las cerraduras, estaba demasiado cansada pero aun así, estaba completamente en alerta, lo último que quería era que algo pasara en esas fechas.
Caminó hasta la cocina, pasando por la sala y la salita de estar, mas allá estaba el jardín Zen que su madre había construido y el dojo de su padre, donde a veces Fulgor y ella tenían acaloradas peleas.
Suspiró con cansancio mientras sacaba el pastel del refrigerador y se sentaba frente a la mesa que daba al jardín, abrió la puertecilla corrediza. Tronó los dedos utilizando “cardinal” para aparecer una velita fantasmal y sonrió. Vaya manera superna de amenizar un cumpleaños atrasado.
-Feliz cumpleaños Violeta… -se dijo a sí misma en chino, recargándose sus brazos en la mesa y a su vez su cabeza, cerró los ojos un instante. Estaba demasiado cansada.
Gabriela Esqueda- Mensajes : 3
Fecha de inscripción : 04/05/2015
Edad : 38
Re: Monterrey -Pastel
Seguía meditando en lo ocurrido, y en la larga lista de cosas por venir. Desde el fondo de su alma le asaltaba la duda: ¿qué tal si no eres lo bastante fuerte, o lo bastante astuto? ¿qué tal si fallas de nuevo? ¿Qué era eso? Esto no eres tú. Destiérralo. No hay lugar para eso en tu alma. ¿Cómo decirle a tus hermanos que tu plan involucra traicionar al Concilio y romper la Lex Magica? No: esto es la guerra, y ya sabes lo que dicen. Kale Kaleo... y Fairuza. Mucho por hacer. Tal vez no estaba lista. Tal vez se apresuró al ver que la vida de Gibrán se le escapaba entre los dedos. Tal vez era él queriendo que fuera como él quería que fuera. Estrategia.
Recogía las últimas herramientas antes de marcharse de la casa. Una a una las sopesó e inspeccionó en busca de defectos o roturas. El sonido en las cadenas y candados era pacífico, pero no sigiloso. Respiró para serenar su pulso una vez más.
La muchacha no lo escuchó incorporarse en el umbral de la cocina, ni lo vio cruzarse de brazos en la oscuridad.
-¿Qué significa esto?- Musitó en un volumen apenas lo bastante audible para que ella supiera que no era uno más de sus pensamientos
Recogía las últimas herramientas antes de marcharse de la casa. Una a una las sopesó e inspeccionó en busca de defectos o roturas. El sonido en las cadenas y candados era pacífico, pero no sigiloso. Respiró para serenar su pulso una vez más.
La muchacha no lo escuchó incorporarse en el umbral de la cocina, ni lo vio cruzarse de brazos en la oscuridad.
-¿Qué significa esto?- Musitó en un volumen apenas lo bastante audible para que ella supiera que no era uno más de sus pensamientos
Fernando Cantú- Narración VTR
- Mensajes : 20
Fecha de inscripción : 25/02/2015
Edad : 34
Localización : Monterrey
Re: Monterrey -Pastel
Solo habia cerrado los ojos un instante, el suave olor del pastel embriagaba su nariz dejándole un par de recuerdos por un instante.
Roman y ella jugando en el dojo durante su cumpleaños, se estaban persiguiendo el uno al otro y escondiéndose, sus padres desde el jardín, un pastel de chocolate y fresas (su favorito) y regalos en la mesita.
Recordó como esa tarde le había regalado a su padrino un pisapapeles en forma de oso panda que ella misma había pintado y que este le había dicho que más bien parecía un perro en sufrimiento.
Una suave sonrisa de dibujo en su rostro, aun con los ojos cerrados, tan solo eran sus cinco segundos de paz antes que una presencia y la voz de alguien la alertara a tal grado que se tensó y al escuchar a dante se movió tan rápido que cayó hacia atrás en un estrepitoso sonido antes de volver a enderezarse con prontitud, maldiciendo por lo bajo.
-Padrino… -susurró al instante, mirándolo a los ojos, sus ojeras parecían ya quedarse ahí por siempre. Ane su pregunta miro todo alrededor. ¿Qué significaba que cosa?
¿El pastel?
-Lo… compre hace un par de días, si no lo consumía se iba a echar a perder… -Se quedo un momento mas ahí sin moverse para después acercarse al pastel partiendo dos pedazos.
-¿quiere un poco? Es de chocolates y fresas… -
Roman y ella jugando en el dojo durante su cumpleaños, se estaban persiguiendo el uno al otro y escondiéndose, sus padres desde el jardín, un pastel de chocolate y fresas (su favorito) y regalos en la mesita.
Recordó como esa tarde le había regalado a su padrino un pisapapeles en forma de oso panda que ella misma había pintado y que este le había dicho que más bien parecía un perro en sufrimiento.
Una suave sonrisa de dibujo en su rostro, aun con los ojos cerrados, tan solo eran sus cinco segundos de paz antes que una presencia y la voz de alguien la alertara a tal grado que se tensó y al escuchar a dante se movió tan rápido que cayó hacia atrás en un estrepitoso sonido antes de volver a enderezarse con prontitud, maldiciendo por lo bajo.
-Padrino… -susurró al instante, mirándolo a los ojos, sus ojeras parecían ya quedarse ahí por siempre. Ane su pregunta miro todo alrededor. ¿Qué significaba que cosa?
¿El pastel?
-Lo… compre hace un par de días, si no lo consumía se iba a echar a perder… -Se quedo un momento mas ahí sin moverse para después acercarse al pastel partiendo dos pedazos.
-¿quiere un poco? Es de chocolates y fresas… -
Gabriela Esqueda- Mensajes : 3
Fecha de inscripción : 04/05/2015
Edad : 38
Re: Monterrey -Pastel
¿Qué te sucede? ¿Por qué te sientes así? Claro: te parece natural que te angustie ver a esa niña que te recuerda tanto a tu propio hijo. A esa que Mei y Shen dejaron a tu cuidado, y a esa que, como a Román y a Diana, por diez años le fallaste. Te perdiste su vida. Su niñez. Ahora es una mujer, Chano. ¿No la ves? No. Te cuesta trabajo ver a la mujer detrás de esa niña a la que todavía piensas que tienes que cuidar y aleccionar.
La viste rodar con destreza ensayada a pesar del sobresalto, y recordaste las técnicas de Akemi que practicaron hasta que sus huesos no pudieron más. No supiste qué decir, como de costumbre, y al principio te contentaste con fruncir el ceño y observar... pero luego ganó eso otro. ¿Compasión? Sí. Una de tus Siete Virtudes. Quizá la que más te hace falta.
Sabes que eso que te ofrece es veneno para su metabolismo, y aún más para el tuyo. Correrás y levantarás tu peso casi mil veces mañana pensando en el embriagante aroma del chocolate, y en todo lo que hay vivo en las fresas.
-Sí. Gracias.- Le dijiste luego de acercarte y tender tu mano para coger la rebanada. Sonreíste torpemente (para eso no has entrenado en más de diez años, ¿verdad?) y te sentaste con tus cincuenta y un años. Miraste sus cachetes y cómo sus dientes machacaban la dulce masa cubierta de huevo y azúcar, y no pudiste evitar que sus labios fuesen los mismos que los de tu ahijada. La que está cansada y lleva más de una semana sin poder conciliar el sueño no es una de tus sabios guerreros, Dante. Es una niña que todavía necesita compasión y cuidado. Una niña que demasiado pronto conoció la soledad más grande de la que tienes noticia: esa que hizo que dejaras a tu hijo y a la mujer que juraste amar hasta que la muerte los separase. Qué irónico, ¿no?
Disfrutaste el pastel. Te comiste la mitad de tu pedazo sin decir nada, sólo perdido en el sabor y en los recuerdos, buscando los ojos y la sonrisa de Violetita, esa que siempre iba un paso adelante de Román. Sonreíste, esta vez como hace mucho no hacías. Ella se dio cuenta de que era diferente. De que estabas vivo y debajo de tu máscara todavía está la ternura de un padre. Luego te levantaste, y ella hizo lo propio.
-Este pastel es especial, Fairuza.- Dijiste al señalarlo. -Hoy cumples veinte años de vida, y te honro por ello. Déjame abrazarte. Si ellos supieran, tus papás, Diana, Román... dondequiera que estén, si ellos te vieran, estarían orgullosos de ti en este momento. Vive de aquí en adelante cada momento de tu vida para honrarlos.- La estrechaste fuertemente entre esos mismos brazos que la han herido con cruel abandono una y cien veces.
-Es el último.- Sentenciaste con la solemnidad de un juez. -Te quiero, Violeta. Te quiero, pero de hoy en adelante tenemos que morir. Cada día. Atesora tus recuerdos y deshazte de ellos. De ahora en adelante eres mujer, una Despierta y una Guerrera de la Flecha Adamantina. Las esperanzas de todos los que te hemos amado marchan contigo. No nos defraudes.-
La viste rodar con destreza ensayada a pesar del sobresalto, y recordaste las técnicas de Akemi que practicaron hasta que sus huesos no pudieron más. No supiste qué decir, como de costumbre, y al principio te contentaste con fruncir el ceño y observar... pero luego ganó eso otro. ¿Compasión? Sí. Una de tus Siete Virtudes. Quizá la que más te hace falta.
Sabes que eso que te ofrece es veneno para su metabolismo, y aún más para el tuyo. Correrás y levantarás tu peso casi mil veces mañana pensando en el embriagante aroma del chocolate, y en todo lo que hay vivo en las fresas.
-Sí. Gracias.- Le dijiste luego de acercarte y tender tu mano para coger la rebanada. Sonreíste torpemente (para eso no has entrenado en más de diez años, ¿verdad?) y te sentaste con tus cincuenta y un años. Miraste sus cachetes y cómo sus dientes machacaban la dulce masa cubierta de huevo y azúcar, y no pudiste evitar que sus labios fuesen los mismos que los de tu ahijada. La que está cansada y lleva más de una semana sin poder conciliar el sueño no es una de tus sabios guerreros, Dante. Es una niña que todavía necesita compasión y cuidado. Una niña que demasiado pronto conoció la soledad más grande de la que tienes noticia: esa que hizo que dejaras a tu hijo y a la mujer que juraste amar hasta que la muerte los separase. Qué irónico, ¿no?
Disfrutaste el pastel. Te comiste la mitad de tu pedazo sin decir nada, sólo perdido en el sabor y en los recuerdos, buscando los ojos y la sonrisa de Violetita, esa que siempre iba un paso adelante de Román. Sonreíste, esta vez como hace mucho no hacías. Ella se dio cuenta de que era diferente. De que estabas vivo y debajo de tu máscara todavía está la ternura de un padre. Luego te levantaste, y ella hizo lo propio.
-Este pastel es especial, Fairuza.- Dijiste al señalarlo. -Hoy cumples veinte años de vida, y te honro por ello. Déjame abrazarte. Si ellos supieran, tus papás, Diana, Román... dondequiera que estén, si ellos te vieran, estarían orgullosos de ti en este momento. Vive de aquí en adelante cada momento de tu vida para honrarlos.- La estrechaste fuertemente entre esos mismos brazos que la han herido con cruel abandono una y cien veces.
-Es el último.- Sentenciaste con la solemnidad de un juez. -Te quiero, Violeta. Te quiero, pero de hoy en adelante tenemos que morir. Cada día. Atesora tus recuerdos y deshazte de ellos. De ahora en adelante eres mujer, una Despierta y una Guerrera de la Flecha Adamantina. Las esperanzas de todos los que te hemos amado marchan contigo. No nos defraudes.-
Fernando Cantú- Narración VTR
- Mensajes : 20
Fecha de inscripción : 25/02/2015
Edad : 34
Localización : Monterrey
Re: Monterrey -Pastel
Para su suerte, Dante no mando a volar el pedazo de pastel ni la había puesto a hacer mil flexiones al piso de solo ver la cantidad de calorías y carbohidratos que este incluida.
“una guerrera sabe separarse de lo mundano” eso habría escuchado en su cabeza decir por parte de Dante.
Pero eso no paso, contrario a todo el maestro de la Muerte acepto aquella rebanada con una sonrisa, no solo que sorprendió a la Maestra del Cardinal, sino que le recordó esos momentos cuando era tan solo una chiquilla. El padrino Chano.
Tomo su rebanada, primero jugueteo un poco con las fresas, acomodándolas a su derecha como cuando era niña, y después agarrando de tanto en tanto chocolate y fresa al mismo tiempo, un ritual extraño y empalagoso que solía ejecutar cada que esa deliciosidad de postre llegaba a sus manos.
Al darle una mordida y sentir el sabor en su boca recordó a Roman, quien con una actitud de hermanito mayor le dejaba más fresas en su plato, y se rio más para si misma que para iniciar una conversación de una guerra de pasteles que hicieron cuando cumplió seis años.
Y fue cuando miro al hombre frente a ella que comia su pedazo de pastel, Dante guardaba esas sonrisas que ella no había visto mas que en sus recuerdos, ¿añoranza? Habia una parte nostálgica dentro de el que salía tan solo un instante fugaz.
Habían pasado muchos años, sus últimos festejos terminaban siendo ella y Fulgor (que parecían cumplir el mismo dia curiosamente) tomando tequila y comiendo tacos de trompo en la azotea de la Decena Tragica. Pero extrañaba con horrores todo lo anterior. Aun y cuando la vida le había demostrado que el todo a su alrededor era tan simple, tan mundano. Una mentira.
Ladeo la cabeza mirando extrañada a Dante, sonrió cuando este comenzó a hablar pero se tensó por unos segundos cuando la abrazó, hacía muchísimos años que no estaba acostumbrada al cariño humano, de echo no recordaba haber abrazado a nadie mas alla de Fulgor en demasiado tiempo. Pero aquel abrazo era calido, como esos que su padre le daba cuando se iba de viaje por varios días y regresaba ansioso de ver a su familia. Como ese abrazo que el Padrino Chano le dio cuando lo vió por ultima vez.
No supo que decir, mas que acurrucarse en ese abrazo y cerrar los ojos, suspiro hondo y sintió solo por esos minutos que todo el peso que sabía que estaba cargando, se le fuera de su espalda.
-Gracias, padrino Chano… -Podria ser tal vez la última vez que pronunciaba aquel anterior nombre, no importaba. –Este a sido el mejor regalo de cumpleaños… Sin contar cuando me regalaste el gatillo de peluche verde con morado que Madre decía que parecía un alien…- le dio un beso infantil en la mejilla antes de separse de el ante su sentencia. Asintio con la cabeza, después de todo también lo había ella pensado asi. Hoy podría ser una excepción.
-Es el ultimo… -acepto aquello con el mismo respeto que Dante. –Y quisiera jurarte que quero ser mucho mejor, es solo… que mis demonios me siguen, me aterran a cada paso que doy, están ahí y a veces creo, que pueden ganar. –El artefacto, el concilio de las sombras, el concilio de la Luz, ese destino de “erradicar a todos los jerarcas” sus sentimientos confusos hacia Nicola.
Habia demasiado rondando por su cabeza en esos días.
“una guerrera sabe separarse de lo mundano” eso habría escuchado en su cabeza decir por parte de Dante.
Pero eso no paso, contrario a todo el maestro de la Muerte acepto aquella rebanada con una sonrisa, no solo que sorprendió a la Maestra del Cardinal, sino que le recordó esos momentos cuando era tan solo una chiquilla. El padrino Chano.
Tomo su rebanada, primero jugueteo un poco con las fresas, acomodándolas a su derecha como cuando era niña, y después agarrando de tanto en tanto chocolate y fresa al mismo tiempo, un ritual extraño y empalagoso que solía ejecutar cada que esa deliciosidad de postre llegaba a sus manos.
Al darle una mordida y sentir el sabor en su boca recordó a Roman, quien con una actitud de hermanito mayor le dejaba más fresas en su plato, y se rio más para si misma que para iniciar una conversación de una guerra de pasteles que hicieron cuando cumplió seis años.
Y fue cuando miro al hombre frente a ella que comia su pedazo de pastel, Dante guardaba esas sonrisas que ella no había visto mas que en sus recuerdos, ¿añoranza? Habia una parte nostálgica dentro de el que salía tan solo un instante fugaz.
Habían pasado muchos años, sus últimos festejos terminaban siendo ella y Fulgor (que parecían cumplir el mismo dia curiosamente) tomando tequila y comiendo tacos de trompo en la azotea de la Decena Tragica. Pero extrañaba con horrores todo lo anterior. Aun y cuando la vida le había demostrado que el todo a su alrededor era tan simple, tan mundano. Una mentira.
Ladeo la cabeza mirando extrañada a Dante, sonrió cuando este comenzó a hablar pero se tensó por unos segundos cuando la abrazó, hacía muchísimos años que no estaba acostumbrada al cariño humano, de echo no recordaba haber abrazado a nadie mas alla de Fulgor en demasiado tiempo. Pero aquel abrazo era calido, como esos que su padre le daba cuando se iba de viaje por varios días y regresaba ansioso de ver a su familia. Como ese abrazo que el Padrino Chano le dio cuando lo vió por ultima vez.
No supo que decir, mas que acurrucarse en ese abrazo y cerrar los ojos, suspiro hondo y sintió solo por esos minutos que todo el peso que sabía que estaba cargando, se le fuera de su espalda.
-Gracias, padrino Chano… -Podria ser tal vez la última vez que pronunciaba aquel anterior nombre, no importaba. –Este a sido el mejor regalo de cumpleaños… Sin contar cuando me regalaste el gatillo de peluche verde con morado que Madre decía que parecía un alien…- le dio un beso infantil en la mejilla antes de separse de el ante su sentencia. Asintio con la cabeza, después de todo también lo había ella pensado asi. Hoy podría ser una excepción.
-Es el ultimo… -acepto aquello con el mismo respeto que Dante. –Y quisiera jurarte que quero ser mucho mejor, es solo… que mis demonios me siguen, me aterran a cada paso que doy, están ahí y a veces creo, que pueden ganar. –El artefacto, el concilio de las sombras, el concilio de la Luz, ese destino de “erradicar a todos los jerarcas” sus sentimientos confusos hacia Nicola.
Habia demasiado rondando por su cabeza en esos días.
Gabriela Esqueda- Mensajes : 3
Fecha de inscripción : 04/05/2015
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