Envidias de la tercera edad
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Envidias de la tercera edad
En efecto, jamás destaqué por ser un hombre ordenado. Los papeles seguían acumulándose entre el polvo, la ropa estaba hecha una pelota en la esquina del cuarto, y claro, cajetillas tras molesta cajetilla regada por doquier.
Como es arriba, es abajo, y viceversa.
Es curioso. Cuestionar mi propio fin a la par que soy una entre tantas pruebas vivas de aquella aseveración, pero me pierdo una vez más en mis juicios al verme en el espejo. Recuerdo la juventud y chispa de Fulgor, Fairuza y Kaleo, pero sobre todo me acuerdo de Gibrán y su entrega absoluta.
Y aunque es doloroso, me examino con detenimiento y sin las bondades de la ropa. Mi piel se cae tal cual derrumbe, aún y cuando he incrementado mi masa muscular. Ahora me puedo mantener erguido, pero sigue siendo un martirio. Jamás he sido un gran amante, y cada vez me queda más en claro que mi posibilidad de compartir calor con alguien se reduce a mis cobijas y nada más. Sí, el cristal que extirpó al ojo de mi cuenca me dio una segunda oportunidad, o mejor dicho, la ilusión de una oportunidad. La leyenda afirma que el tuerto por voluntad se vuelve más sabio, y en caso de ser cierto, lo único que he aprendido es a odiar en silencio a ese hombre en el que dejé que se me convirtiera.
Como es arriba, es abajo, y viceversa.
Es curioso. Cuestionar mi propio fin a la par que soy una entre tantas pruebas vivas de aquella aseveración, pero me pierdo una vez más en mis juicios al verme en el espejo. Recuerdo la juventud y chispa de Fulgor, Fairuza y Kaleo, pero sobre todo me acuerdo de Gibrán y su entrega absoluta.
Y aunque es doloroso, me examino con detenimiento y sin las bondades de la ropa. Mi piel se cae tal cual derrumbe, aún y cuando he incrementado mi masa muscular. Ahora me puedo mantener erguido, pero sigue siendo un martirio. Jamás he sido un gran amante, y cada vez me queda más en claro que mi posibilidad de compartir calor con alguien se reduce a mis cobijas y nada más. Sí, el cristal que extirpó al ojo de mi cuenca me dio una segunda oportunidad, o mejor dicho, la ilusión de una oportunidad. La leyenda afirma que el tuerto por voluntad se vuelve más sabio, y en caso de ser cierto, lo único que he aprendido es a odiar en silencio a ese hombre en el que dejé que se me convirtiera.
Juan Mattei- Mensajes : 18
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