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Mensaje por Fernando Cantú Jue Feb 26, 2015 12:41 am

Magdala,
¿Cuántos años han pasado desde la última vez que nos vimos?
Treinta, a lo menos, diría yo. Toda una vida, para algunos. Quizá alguien más ingenuo que yo estaría celebrando: casi 100 años sin guerra. ¿O será que la guerra es ya una cosa del pasado, como yo, como todos los nuestros, y como tú también lo serás pronto?

Al hablar con los vástagos más antiguos de esta ciudad tengo una sola certeza, amiga de mi corazón: somos piezas de museo. Objetos de otros tiempos que no han de volver, que poco a poco acumulan polvo en rincones olvidados mientras el mundo sigue, vertiginoso, a nuestro alrededor.
Pasé tanto tiempo vagando de un campo de batalla a otro, alimentándome de la fría sangre de los cadáveres, que ya no recuerdo más alegría que las detonaciones a lo lejos y los gritos desesperados de los que saben que van a morir.

En este momento tengo esa misma sensación, de estar vagando. Encuentro pocas satisfacciones en mi Réquiem, amiga mía. Poco consuelo aparte del abrazo de mi Madre y el clamor de la muerte. Me pregunto, ¿es también así para ti?

¿A dónde te han llevado a ti tus andanzas? ¿Cuánto ha cambiado esa Cittá di Messico en estos treinta años en los que al mundo se lo ha llevado un caballo desbocado?
Alguna vez te hablé de Xólotl, un vástago tan viejo como estas tierras, y de su afán por expulsar a todos los extranjeros de ellas. Su despertar trajo lluvias que ahogaron al ganado y derribaron sus edificios como las olas se llevan la arena en la playa.
Las puertas de esta ciudad que alguna vez hicimos nuestra están rodeadas de bárbaros idólatras que ofrecerían nuestros corazones a sus dioses falsos.
Escucho la voz de la Morrigan en el viento silencioso de la noche: decenas de los nuestros morirán, y cientos de mortales entregarán su sangre a la tierra reseca de Monterrey para saciar nuestra sed. Se vienen tiempos de muerte. Esto complace a nuestra madre.

La llegada de “El Animal”, como la gente de aquí le llamó en su tiempo a la sombra de hambre y polvo que diezmó tribus y colonias por igual, traerá grandes cambios para todos nosotros. Nuestro trabajo de siglos podría rendir al fin frutos: La Hierofante y la Príncipe obran juntas, y se ve cerca el día en que reclamemos para nuestra Madre la eminencia y la gloria que alguna vez le fueron arrebatadas por los usurpadores. Pero no deseo aburrirte con tonterías de poco provecho para ti.
Cuando pongo mis pensamientos en ti, sangre de mi sangre, me pregunto sólo por mi decisión de darte el don del Abrazo. ¿Eres una criatura más plena ahora que antes? Deseo conocer todo cuanto piensas, Magdala. Todo eso que vi en tus ojos aquella noche en que los pusiste firmemente en los míos, sin miedo alguno hacia lo que somos.

Cuéntame, escríbeme, dime qué palabras escuchas tú en el latir de tu sangre.
Un amico.
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Mensaje por Fernando Cantú Miér Abr 29, 2015 3:11 am

Amigo mío:
Nunca me sentí parte de grupos grandes, es como si nos viéramos a través de un vidrio…
dicen que la ciudad te devora, yo creo que sus habitantes se mimetizan con ella y entre ellos y de esa forma se pierden en sus calles; sin importar si es mortal o no.

He dedicado estas décadas a viajar por el país, primero para buscarte, ahora para buscarme. Por fin me detuve en un antiguo canal, uno tan antiguo como la ciudad anterior, tomé un islote para mí y ayudo a que la vida crezca en él. Vida fuerte con mi propia sangre. Son terribles y fuertes y hermosas. Las siento como un reflejo de la Madre y me encuentro recurriendo a su refugio constantemente.

La guerra llegó a la ciudad hace dos años. Pensé que con ello mis hermanos más conectados a su naturaleza despertarían de su hastío. ¡Me equivoqué! están tan ocupados en libros y luchas de poder que no van con nuestra sangre. El colmo llega cuando, como animales domesticados, se nos llama a una cacería. Sólo entonces, un brillo, como el que vi en tus ojos, se asoma un poco.

Me enseñaste que nuestra Madre es grandiosa y terrible, y de ello estoy segura: siento su fuerza en mí a cada momento, pero el resto de quienes le siguen se han dejado deslumbrar por los palacios de los que se dicen ostentan el poder. Se pasean por sus pasillos hablando de traiciones y dominio… uno incluso se jugó en una mano de cartas el enseñar los secretos de Nuestra Madre (debí acabar con su miserable existencia en ese momento pero me contuve. Ahora es una mascota del Príncipe).

Ahora soy prisionera de esta ciudad. El enloquecido y viejo Príncipe cerró la oportunidad de salir bajo pena de la destrucción. No sé qué miedo me mantiene atada a esta tierra. Ella me ha dado alas para viajar lejos, para no ser restringida, y me veo incapaz de usarlas. La ira día a día es más y más grande. La frustración es enorme, aunque saber de ti me ha sido refrescante como brisa de otoño después de un sofocante verano.

Deseo que la guerra termine ya de llegar. Ver cómo la sangre llena la vieja Tenochtitlán y alimenta a la Tierra. Deseo que el resto de los que dicen seguir a la Madre recuerden que la nuestra es una Madre terrible, que no mima y que somos sus hijos y cómo le debemos demostrar lo orgullosos que somos de sus dones.

Antes de conocerte me encontraba cansada y encerrada. Cuando te vi por primera vez una energía que no conocía me recorrió y quise lo que tú tenías para mí. Eso que vi en ti sigue siendo parte mía. Mi sangre es tu sangre y ésta grita por guerra. Esa sed será saciada, al menos por el momento, muy pronto. Deseo ser ingenua y pensar que lo que viene despierte a mis hermanos y a los Acólitos; realistamente no sé si ellos sobrevivan, pero esa incertidumbre me alegra de un manera que no entiendo y me invade el deseo de que todo inicie y yo me pruebe digna ante mi Madre.
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